La alegría de Purim y los milagros
Purim tiene la fuerza de traer cualquier milagro en tu vida.
¡Busca al Creador!
La alegría de Purim expresa la eterna santidad del Pueblo de Israel, que si bien a veces se oculta por efecto de las trasgresiones, de todas maneras se mantiene inamovible, y aunque los judíos a veces no se comporten debidamente, son igualmente denominados “hijos del Eterno” (“banim laMakom“) y el Eterno que rige el destino del universo, orienta el desenlace de los acontecimientos para favorecerlos, salvarlos y redimirlos.
En esos días, el Pueblo de Israel se encontraba sumido en una situación muy comprometida. El primer Templo estaba destruido, los judíos habían salido al exilio y si bien Ciro el rey de Persia ya había publicado su edicto, por efecto del cual instaba a los judíos a retornar a su tierra y reconstruir su santuario, muy pocos de los exilados habían retornado efectivamente. El Imperio Persa estaba en su mayor esplendor y los judíos que habitaban a lo largo y ancho de sus provincias, se esforzaban por integrarse y mezclarse con los gentiles y conducirse como ellos, al punto que muchos estaban dispuestos a postrarse ante ídolos. En la ciudad capital, Shushan, los judíos participaron del banquete que ofreció el rey Asuero y vieron con sus propios ojos, cómo los persas utilizaban los utensilios que fueron saqueados del sagrado Templo para usos profanos, y sin embargo disfrutaron del festín. Parecía que el gran ideal para el que había sido elegido el Pueblo de Israel, se extinguía poco a poco, tanto como la esperanza del retorno a Sion y los judíos ya no traerían el mensaje Divino a la tierra.
Entonces se despertó una fuerte acusación en la corte celestial contra el Pueblo de Israel, ya que a pesar de que D´s los había escogido de entre todas las naciones, les había entregado la Torá y había hecho reposar su Divina Presencia en su seno, los judíos se conducían como gentiles, se postraban ante ídolos y no retornaban a su patria para allí reconstruir el sagrado Templo. Como contraparte, se había alzado el malvado Hamán descendiente de Amalek y condujo al Imperio Persa hacia un terrible edicto que no tenía precedentes: “destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y viejos, niños y mujeres, en un mismo día, el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y tomar sus despojos como botín”(Libro de Esther 3:13).
Hubo judíos que criticaron a Mordejai y le imputaron el haber provocado el edicto de exterminio con su obstinación al no postrarse ante el malvado Hamán, provocando así su furia contra el Pueblo de Israel (Libro de Esther 3:2-6).
He aquí que el Eterno, la Causa de todas las causas, anticipó la medicina a la enfermedad, al hacer que Esther se case con el rey Asuero para que junto a Mordejai pudiesen desbaratar el consejo de Hamán. Al final, todo resultó a la inversa, ya que en vez de que los enemigos del Pueblo de Israel se salieran con la suya, los judíos mataron a sus perseguidores y a Hamán y a sus hijos los colgaron del árbol que estaba destinado para ahorcar a Mordejai. El Pueblo de Israel fue salvado, su prestigio se difundió entre las naciones y se despertaron las voluntades para volver a Eretz Israel, a fin de habitarla y reconstruir el Templo.
(de Pninei Halajá)
El Jardin de Breslev 🔥 les desea Purim Sameaj!
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La alegría de Purim expresa la eterna santidad del Pueblo de Israel, que si bien a veces se oculta por efecto de las trasgresiones, de todas maneras se mantiene inamovible, y aunque los judíos a veces no se comporten debidamente, son igualmente denominados “hijos del Eterno” (“banim laMakom“) y el Eterno que rige el destino del universo, orienta el desenlace de los acontecimientos para favorecerlos, salvarlos y redimirlos.
En esos días, el Pueblo de Israel se encontraba sumido en una situación muy comprometida. El primer Templo estaba destruido, los judíos habían salido al exilio y si bien Ciro el rey de Persia ya había publicado su edicto, por efecto del cual instaba a los judíos a retornar a su tierra y reconstruir su santuario, muy pocos de los exilados habían retornado efectivamente. El Imperio Persa estaba en su mayor esplendor y los judíos que habitaban a lo largo y ancho de sus provincias, se esforzaban por integrarse y mezclarse con los gentiles y conducirse como ellos, al punto que muchos estaban dispuestos a postrarse ante ídolos. En la ciudad capital, Shushan, los judíos participaron del banquete que ofreció el rey Asuero y vieron con sus propios ojos, cómo los persas utilizaban los utensilios que fueron saqueados del sagrado Templo para usos profanos, y sin embargo disfrutaron del festín. Parecía que el gran ideal para el que había sido elegido el Pueblo de Israel, se extinguía poco a poco, tanto como la esperanza del retorno a Sion y los judíos ya no traerían el mensaje Divino a la tierra.
Entonces se despertó una fuerte acusación en la corte celestial contra el Pueblo de Israel, ya que a pesar de que D´s los había escogido de entre todas las naciones, les había entregado la Torá y había hecho reposar su Divina Presencia en su seno, los judíos se conducían como gentiles, se postraban ante ídolos y no retornaban a su patria para allí reconstruir el sagrado Templo. Como contraparte, se había alzado el malvado Hamán descendiente de Amalek y condujo al Imperio Persa hacia un terrible edicto que no tenía precedentes: “destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y viejos, niños y mujeres, en un mismo día, el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y tomar sus despojos como botín”(Libro de Esther 3:13).
Hubo judíos que criticaron a Mordejai y le imputaron el haber provocado el edicto de exterminio con su obstinación al no postrarse ante el malvado Hamán, provocando así su furia contra el Pueblo de Israel (Libro de Esther 3:2-6).
He aquí que el Eterno, la Causa de todas las causas, anticipó la medicina a la enfermedad, al hacer que Esther se case con el rey Asuero para que junto a Mordejai pudiesen desbaratar el consejo de Hamán. Al final, todo resultó a la inversa, ya que en vez de que los enemigos del Pueblo de Israel se salieran con la suya, los judíos mataron a sus perseguidores y a Hamán y a sus hijos los colgaron del árbol que estaba destinado para ahorcar a Mordejai. El Pueblo de Israel fue salvado, su prestigio se difundió entre las naciones y se despertaron las voluntades para volver a Eretz Israel, a fin de habitarla y reconstruir el Templo.
(de Pninei Halajá)
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